Soy consciente de que este blog no
ha empezado con buen pie. No tengo excusa, me gustaría decir que he estado muy
ocupada durante estos últimos siete días pero faltaría a la verdad (que bonita
expresión “faltar a la verdad” cuando toda la vida hemos dicho “mentir como
bellacos”) lo cierto es que he pillado
un catarro que me ha quitado el hambre y las ganas de escribir. Hoy me siento
mejor y con ánimo para reflexionar sobre la importancia de tener una ocupación
retribuida que te pague las copas y la ilusión de un piso en alquiler.
Estos
días he pensado mucho y también he fantaseado con la idea de escribir una
novela que se convierta en un fenómeno literario, al puro estilo de J. K
Rowling que “sin empleo y viviendo de los beneficios que le otorgaba el Estado,
completó su primera novela de Harry Potter escribiendo en un cálido café
próximo a un pequeño apartamento sin calefacción en el que malvivía con su
hija”. La primera vez que leí esto (¡"sin empleo, desempleada,"!) me
impactó; pensaba en lo bien que debía sentirse J. K. dándole una corte de
mangas a “los beneficios del Estado” o sea al “paro de los parados” mientras se
colocaba entre las quince mujeres más ricas del mundo; ¡ay, lo que yo daría por
escribir un Harry Potter del que pudiese vivir antes de estrenarme en cobrar de
los beneficios del Estado y de empezar a trabajar!
Cuando era
niña, o sea hace poco, yo tenía un cuaderno - azul como el de Aznar- que se
titulaba “Cuentos Infantiles” y en el que escribía regularmente relatos
inventados. Mis protagonistas eran conejitos, ositos o pollitos abandonados y
desamparados que, la mayoría de las veces, vivían dramas e historias terribles que los
convertían en personajes dignos de lástima y compasión. Nada que envidiar a la
vida de desempleada de J. K. Escribir novelas
me entretenía y me resultaba fácil. Incluso las ilustraba con dibujos que yo
misma coloreaba para adornar mis narraciones. He perdido el cuaderno y con ello
la oportunidad de publicar mis relatos.
Me sigue gustando escribir pero ya no lo veo
tan sencillo. Ahora soy más lectora que escritora pero no he abandonado mi
sueño de escribir una novela. Sobre todo cuando estoy acatarrada.
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